Zapatillas Rosas
"Yo sufro el trance de la muerte con los moribundos, y cobro nueva vida con los niños recién nacidos; no estoy limitado por mi sombrero y mis zapatos” .Walt Whitman
Con frecuencia se habla de ponerse en los zapatos de otro para poder entender lo que siente, lo que piensa. Es captar, percibir e interiorizar los sentimientos de ese alguien con la finalidad de generar cercanía, proximidad.
Generalmente es lo que busca un escritor, llevarte a esa locación, anhelar que sientas lo que el vive en la historia, que acompañes sus pasos mientras evoluciona, hacerte sentir una emoción intensa, describir con detalles sin emitir ningún sonido, sentir que lo miran, que lo escuchan, que lo sienten mientras avanza entre líneas. Y soportar los cientos de miradas irreflexivas detrás de la pantalla esperando el siguiente post, como si fuera exhibicionista de mi, manteniendo mis propias emociones y sensaciones autenticas.
¿Cómo podría prestarles mis zapatos, si amo andar descalza? Tengo una teoría de conectar con la tierra mientras paso mis plantas en las texturas, temperaturas y colores. ¿Sabían que las personas que se quitan los zapatos llegando a casa tienen mucha razón? en época de pandemia ofrecerle a alguien cuando llega a tu burbuja cósmica de creación literaria "hogar" la posibilidad de dejar sus zapatos en la entrada aún resulta algo precipitado y me ha hecho acreedora a una veintena de adjetivos.
Les cuento que desde hace dos años cuando va de visita a casa algún conocido antes de que cruce la puerta, sin que lo esperé y a veces a manera de traición, explico que en mi casa no usamos zapatos. Más de uno se ha quedado en el borde de la puerta, otros se regresan a la ventana contigua a brindar su mensaje, pero quien decide ingresar se descalza tratando de no poner cara de compromiso, de no fruncir el seño o quizás tratando de recordar si trae calcetines limpios; el tema es que no esperan que les diré que de igual manera se los quiten. La pandemia me sirvió de pretexto para implementar esta medida en casa, y de pasada comprar el pequeño zapatero que deseaba a la entrada a manera de decoración oriental.
En realidad la culpa que acepto es forzar a todos a sentir lo intoxicado de su cuerpo, a abrir la grieta entre nuestra tierra y las texturas que nos ha impuesto la comodidad del calzado. En mi mente, no soy rara, ni tiquismiquis, o extraña, ahí pienso que quien decide refugiar sus pies al desnudo en mi tierra, quita de su mente el peso de los prejuicios, se quitan la máscara.
El calzado es la fuente de información más atinada según estudios científicos, algunos autores sostienen que podemos estimar la edad, el sexo, el nivel de ingresos o hasta el nivel de ansiedad del dueño, así que es el pretexto más brillante que encontré para despojarlos de su estrés, de la condena de la vida perfecta y las exigencias de ser quienes no son.
Soy afortunada por ser mensajera, por que en cada historia, puedo morir, mentir, amar, aceptar, llorar, gemir, brincar, viajar y volver a nacer. Quisiera que pensarán que la coincidencia entre nosotros les permite viajar en cada átomo de mi cuerpo literario y sientan en propia piel las caricias, la excitación o lamentos de cada historia. Quiero ser parte y aportar a su conciencia. Han pasado tantos años desde que mis pies tocaron el primer calzado, y aún así dejando atrás mis confusiones obsesionadas, sigo amando los zapatos grises con rosa que tenían figuras de elefantes en la punta, que emitían onomatopeyas recordando al animal. Cuando el caos mental y las contradicciones salen de mi mente recuerdo mis múltiples pares en gamas rojas, veo venir la pulcritud de los seleccionados blancos, y me fortalezco en las plataformas de mis con frecuencia botines negros de piel en los que olvido mi conciencia social, me acerco a mis culturales y nativos huaraches endémicos que uso cuando amo caminar entre cultura, gastronomía y arquitectura de los lugares que amo visitar. ¡Cuidado! que existen algunos pares de tenis que rápido recorrieron kilómetros huyendo de mi realidad, pero conectaron cicatrices y ampollas con mi verdadero yo.
Advierto que antes de que mi ropa caiga en las noches de sensualidad, ocupo que con sutileza, descaro, velocidad o intempestivamente mis pies se descalcen. Y es por eso que valoro tanto la construcción de un par de zapatos. Se preguntarán entonces ¿Qué hacen mis pies desnudos? o ¿Qué visten cuando escribo?
Bien, cada vez que me pongo intencionada a escribir algo, hago ejercicios con ellos, ¿les conté que tengo pies de bailarina? Se dice que el pie ideal para utilizar puntas debe ser ancho con dos o tres dedos del mismo largo y con un tobillo fuerte. Tengo entonces el empeine de bailarín super pronunciado, así que cada vez que estoy creativa, toman la forma de pie cavo haciendo puntas, llevo el peso de mi cuerpo a las falanges, los cruzo de lado a lado y ¡boom! las palabras fluyen. Seguido recuerdo en ellos las texturas de la piel suave, de la carnaza en la planta y de los listones subir por mis tobillos. Ahí es cuando con ese soporte firme pero en color delicado; soy segura de mí misma.
Amo el color rosado de ellas, extraño las puntas negras para la danza contemporánea y maldigo los pesados zapatos de madera sobre un tapanco. Ahora entendiendo porque en el sexo soy presa fácil del retifismo ajeno, que es una parafilia caracterizada por la atracción fetichista hacia los zapatos, sean del tipo que sean.
Ese patrón sexual es disfrutar acariciando, oliendo, besando o lamiendo el calzado de los demás o sintiendo los zapatos encima de ellos mismos, ya que se asocia el pie y el zapato con los genitales, normalmente femeninos. Y con frecuencia me obsesiono con la altocalcifilia, por razones estéticas y de comodidad, no tanto sexuales. Dejemos de lado la concepción de los zapatos limitantes, que las hay y que han permanecido por siglos; no es tema ahora, por que seamos sinceros, quitémonos los zapatos ahora para hablar sin tapujos. No estamos en la época de la revolución francesa en la que los tacones altos fueron prohibidos por catalogarlos como epítomes de la irracionalidad y la frivolidad de la mujer.
Los Tacones de finos apoyos, son considerados el único objeto de tortura que las mujeres aman y los hombres desean. Yo en especial amo a mis stilettos color nude, por que cuando los uso arqueo mi espalda, soy altiva, sobresale mi derriére mucho más, aún use vestido o pantalón, las redondeces de mis caderas se definen mejor, quizás sean mis conductas aprendidas, es mi código sexual. Este define mis preferencias tan variadas como las caricias en partes específicas del cuerpo, la contemplación de ciertas imágenes, o el gusto por olores, sabores y objetos como los zapatos.
El erotismo de mis pies y los zapatos se debe a que estos y mis genitales son controlados por mi cerebro, no por sus materiales ni construcciones. Los tacones son el equivalente femenino a la corbata de los hombres, son un símbolo de poder, de estabilidad y son juguetes divertidos y multifuncionales en el sexo. Y sí, plantean mucho que para ser atractiva hay que estar en alturas, yo creo que cada uno de nosotros elige como y cuando usarlos, y esa libertad de quitar o poner al antojo es lo que los hace sensuales. Aunque andar descalza a mis anchas, me gusta más.
¿Qué haríamos si no existieran los tacones? La fantasía de muchos de los que me leen es clara, estar de rodillas en el suelo siendo azotado por una mujer sobre unos vertiginosos tacones, a poco no entre más altos son los tacones, más libre es una sociedad. O mis amigos drag no los usarían, y de ahí mi teoría más alegórica. ¿Se habían fijado que la posición del pie dentro de una zapatilla se asemeja a la que nuestro cuerpo hace involuntariamente cuando tenemos un orgasmo?
Y continuando con mi costumbre maniática de educar sus sentidos, volteemos a ver sus pies, apuesto que algunos encerrados, otros sudorosos, y quizá los pocos descalzos como yo, mientras me leen, pero eso si cuando se excitan claramente deforman y tensan las falanges alargando su existencia como si quisieran crecer aunque sea milímetros.
Una amiga reacciono a mi boceto haciéndome una pregunta, ¿Y si, solo se posee un par o dos? y si son los únicos para todo, ¿Eso que significaría? Significa amiga que eres auténtica, que has entendido el significado de la vida, que te liberaste de las zapatillas rosas.
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